“’¡Pido la palabra!”, dijo Delia Parodi el 7 de mayo de 1952 en la Cámara de diputados. Y se convirtió en la primera mujer de la historia argentina en hablar en el recinto.
Nació en 1913 en Ingeniero Luiggi, La Pampa, pero al poco tiempo su familia se instaló en un conventillo porteño. La madre, costurera, fue más allá de sus fuerzas para que sus cuatro hijos estudiaran. Delia terminó el secundario siendo una excelente taquígrafa y eso le cambió la vida: en 1944 fue contratada por la Comisión redactora del Estatuto del Peón, donde comenzó a trabajar con Perón. Así empezó su amor por la vida política, por el peronismo y su fervor por Evita.
En 1950, Delia fue designada Delegada Censista en San Luis. Al poco tiempo, Evita la trasladó a la Ciudad de Buenos Aires y le encomendó un territorio por demás hostil: el barrio de Belgrano.
En las elecciones de 1951, cuando las mujeres argentinas votamos por primera vez, Delia fue electa Diputada Nacional por Buenos Aires. Asumió la vicepresidencia de la Cámara y también fue víctima de los propios machirulos, que le birlaron el derecho a presidirla cuando Cámpora renunció a ese cargo.
Delia nunca se achicó: propuso leyes para habilitar el divorcio, igualar a lxs hijxs extramatrimoniales y prohibir la palabra “sirvienta”.
Después de la muerte de Evita, presidió el Partido Peronista Femenino y la Fundación Eva Perón.
Fue encarcelada en el golpe de 1955 y sometida a humillaciones y malos tratos. El día que la liberaron, después de cuatro años de prisión, no pudo con su genio y apenas cruzó la puerta de la cárcel, gritó: “¡Viva Perón!”.
Murió en 1991 y sus restos fueron velados en el Congreso de la Nación.