Nació en 1919 en Rosario. Estudió magisterio y trabajando de maestra en una escuela cercana a Rosario conoció a Roberto Petinatto, que recorría el país por mandato de Evita para reclutar mujeres para la organización política femenina. Hilda le pidió a Petinatto una bandera para la escuela. Al poco tiempo llegó: de seda con el sol bordado en oro.
A partir de la Ley de Sufragio Femenino de 1947 y la creación del Partido Peronista Femenino en 1949, Evita la envió a Salta. Como en todo el país, muchas mujeres carecían de libreta cívica o siquiera habían sido registrados sus nacimientos.
En Salta, Hilda trabajó junto a Beatríz Rubaneja y Generosa Aguilar de Medina. Todos los domingos se comunicaban con Evita y todas las semanas le enviaban un informe escrito sobre su trabajo en la provincia. También era habitual viajar a Buenos Aires para conversar en profundidad sobre algún tema político local. Entonces, se alojaban en el Hogar de la Empleada, donde Evita las invitaba a cenar y charlaban hasta altas horas de la madrugada.
Hilda usaba siempre una medalla dorada enorme con la imagen de Evita. Los salteños con dinero la llamaban “la yegua con cencerro de oro”.
En 1951, fue electa Senadora Nacional por Santa Fé y se convirtió en la primera mujer en ocupar ese cargo.